¿Cómo afecta la Reproducción Asistida a las relaciones familiares?
Alrededor de un 20% de las parejas en edad reproductiva experimentan infertilidad. La reproducción asistida es una posible solución a este problema dando lugar a modelos familiares complejos. Como caso más extremo, un niño puede tener cinco progenitores: la donante de óvulos, el donante de esperma, la madre de alquiler (en los países donde sea legal) y los dos padres legales que el niño conoce como papá y mamá en el caso más común.
La reproducción necesita un ovocito y un espermatozoide. Históricamente, la mujer ponía el óvulo y el marido, el espermatozoide, otorgándoles lazos de filiación con respecto al hijo y a este, el derecho a herencia. Sin embargo, esta situación no se adecúa a otras familias, ya que actualmente un bebé puede ser concebido por:
- Donación de ovocitos
- Donación de esperma
- Maternidad subrogada
- Ser adoptado.
Esto va asociado a diferentes modelos de familia desde el estereotipo del matrimonio heterosexual, un matrimonio del mismo sexo, padres que no conviven ni están casados o un progenitor que ha usado un donante.
Los niños descendientes de donantes, en algunos casos, exigen información adicional sobre sus progenitores biológicos. El aumento de mujeres sin pareja o parejas del mismo sexo que utilizan la donación hace que este tema sea cada vez de más importancia pública.
Familias concebidas por donación de ovocitos
La donación de ovocitos es un tratamiento cada vez más frecuente. En el caso de parejas heterosexuales, se crea un embrión usando el esperma de la pareja de la paciente y un ovocito donado. Por tanto, el niño nacido no está relacionado genéticamente con su madre legal. Esta ausencia de conexión genética entre la madre y el niño ha sido siempre un tema controvertido debido a que la mayoría de sociedades priorizan los lazos genéticos en las relaciones familiares.
A pesar de que únicamente la madre es la que no tiene conexión genética con el niño en las familias creadas por donación de ovocitos, los padres también se sienten estigmatizados por la paternidad no genética. Muchas familias deciden no informar al niño sobre su concepción a través de donante por miedo a generar dificultades en la relación entre este y su progenitor no biológico (Golombok et al., 2004).
En un estudio realizado por McMahon y colaboradores (2003), las madres de niños obtenidos por donación de ovocitos eran menos receptivas emocionalmente y estaban menos involucradas que las madres de niños concebidos con gametos propios, mientras que los niños de ambos grupos mostraban características normales.
El hecho de que las madres por donación de ovocitos sean menos receptivas en la interacción con sus hijos puede deberse a problemas en el desarrollo de la seguridad afectiva con su hijo y otras cuestiones emocionales y cognitivas (Verhage, 2016).
Como ocurriría con la adopción, los padres legales están preocupados por el hecho de ejercer la paternidad sobre un niño no relacionado genéticamente, el estigma social que supone criar a un hijo no biológico y la incertidumbre en la definición de su rol como padres que podría tardar más en establecerse en el caso de las mujeres (Goldberg et al., 2011).
Por el contrario, los padres de estas familias mostraron niveles más elevados de implicación emocional en comparación con padres de concepción natural (Golombok, S. et al, 2004).
Familias concebidas por donación de esperma
En el caso de la donación de esperma, la madre es la que tiene la conexión biológica con la descendencia a través de su gameto y el embarazo.
La problemática asociada a la donación de gametos está normalmente centrada en el secretismo hacia la descendencia, que los especialistas consideran negativo para las relaciones familiares (Golombok, S. et al, 2004).
Está demostrado que niños adoptados que desconocen a sus padres biológicos pueden experimentar confusión y problemas de identidad, además de sufrir un distanciamiento en las relaciones con sus padres legales (Brodzinsky et al., 1998).
Algunos autores como Clamar (1989) aseguran que en la inseminación por donante ocurre lo mismo generando un distanciamiento entre las personas que conocen el secreto y los niños.
Al contrario de lo que pensaron otros autores como Baran & Pannor (1993), estudios más recientes confirman que las relaciones padre-hijo son más positivas y cálidas en comparación con familias que usan esperma de la pareja o padrastros (Golombok et al., 2006).
En el caso de madres sin pareja, las mujeres que no consiguen normalizar la situación y tratan al donante como un ente ausente sufren ansiedad. Esto se va acrecentando según avanza el desarrollo emocional y físico del niño al hacerlas más conscientes de las características que no comparten con ellas (Zadeh et al., 2016).
Adopción
Algunos colectivos se ven más afectados que otros por el estigma de la adopción. Algunas sociedades consideran como aspectos fundamentales de la maternidad y el vínculo materno, el embarazo y el parto, que además establecerían culturalmente la identidad como mujer.
Las mujeres heterosexuales son más sensibles al estigma de la adopción que los hombres y que las parejas homosexuales, ya que en este último caso parece que la sociedad no espera que tengan descendencia (Freeark et al., 2005).
Los padres adoptivos homosexuales sufren estigmas adicionales relacionados con lo que se considera normal en una familia:
- No son heterosexuales.
- No se pueden reproducir en un contexto de las relaciones sexuales con un mismo sexo.
- No tienen lazos biológicos con la descendencia en el caso de la adopción.
Por tanto, estas parejas suelen ser más flexibles y aceptan más fácilmente otras situaciones, ya que su punto de referencia no es la típica familia nuclear (Oswald, 2002).
Sin embargo, parece ser que las mujeres homosexuales son igual de sensibles que las heterosexuales a las ideas preconcebidas sobre la familia nuclear. Lo que pone de manifiesto una socialización femenina común que las hace susceptibles a lo que la sociedad considera como maternidad y feminidad siempre ligadas al embarazo y a la biología (Freeark et al., 2005).
Otros factores diferentes al género o la orientación sexual pueden también afectar a la internalización de los estigmas relacionados con la adopción.
Las parejas heterosexuales que adoptan finalmente debido al fracaso de los tratamientos de reproducción asistida normalizan menos esta situación en comparación con los adoptantes altruistas (Goldberg et al., 2011).
También ocurre con parejas que adoptan niños de una raza diferente, ya que serían más susceptibles a la discriminación y al reproche por parte de la sociedad, aunque este estigma parece que solo lo internalizan las parejas heterosexuales (Goldberg et al., 2011).
¿Cuál es nuestro papel en esta problemática
La creación de nuevos modelos familiares es un hecho gracias a los avances en las técnicas de reproducción asistida y la legislación asociada a estas tecnologías.
Nuestro papel se centrará básicamente en la donación de gametos, ya que la maternidad subrogada no es legal en nuestro país.
Como especialistas en reproducción asistida, debemos ser capaces de normalizar estas situaciones. Las clínicas IVI cuentan con una unidad de psicología para Reproducción Asistida que brinda apoyo a nuestros pacientes para evitar sentimientos negativos que puedan afectar al correcto funcionamiento del tratamiento y a su relación con la futura descendencia.
El punto crítico en este tipo de familias es el secretismo:
- ¿Debemos ser sinceros con nuestros hijos?
- ¿Afectará a su desarrollo psicológico y emocional el hecho de saber que no somos sus padres biológicos?
Poco a poco, la sociedad va aceptando y normalizando estas cuestiones. Sin embargo, sigue existiendo un estigma social asociado a la crianza de un hijo no biológico que puede derivar en que los padres no quieran hacer pública esa información.
Lo ideal sería informar a los niños en edad preescolar (Brodzinsky et al., 1998), ya que sería beneficioso hacerlo antes de entrar en el colegio.
Individuos que se han enterado de esa condición en la época adulta, tras un divorcio o un hecho traumático suelen mostrar sentimientos negativos como ira, sensación de traición y desconfianza (Jadva et al., 2009).
Los niños que no son informados de esta situación pueden sentir que se les oculta algún hecho importante. Algunos temas son siempre tabúes en las discusiones familiares e, inconscientemente, se dan cuenta de su origen por deslices de sus padres o familiares que conozcan esta situación (Golombok et al., 2004).
Lo ideal sería normalizar esta situación, sobre todo, de cara a los padres. Según los estudios, los niños no sufren repercusiones negativas si se les informa en la edad adecuada. Siempre han vivido con sus padres legales, han sido descendencia deseada y han sido concebidos en el seno familiar.
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